Día Internacional de las Personas Mayores / Opinión | Una deuda social que es necesario saldar

El 1 de octubre se conmemora el Día Internacional de las Personas Mayores, instituido por las Naciones Unidas para reivindicar los derechos de este grupo etario. Además, busca sensibilizar sobre la importancia de erradicar los prejuicios para con los adultos mayores. La fecha es propicia entonces para favorecer la toma de conciencia sobre la prolongación de la vida y el valor que esto tiene; la necesidad de trabajar para lograr sociedades inclusivas, integradoras y más justas y con el objeto de reflexionar sobre la importancia de desarrollar políticas orientadas a mejorar la calidad de vida de la población de adultos mayores

No obstante los grandes enunciados, son numerosos los retos que aún siguen pendientes en materia de seguridad económica, de atención sanitaria, de acceso a servicios sociales y de cuidado, y de participación efectiva de este grupo etario.

La pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto dramáticamente estos retos y las limitaciones de las políticas dirigidas a las personas mayores, que han tenido una mortalidad superior al resto de la población y que han sufrido los efectos más severos de las medidas de distanciamiento social y de la crisis económica y social extendida por toda la región.

En este contexto, Naciones Unidas promueve la declaración del Decenio del Envejecimiento Saludable 2020-2030, vinculado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y con la Estrategia Global y el Plan de Acción sobre Envejecimiento y Salud, para garantizar una vida sana y promover el bienestar de todas las edades.

En las últimas décadas el envejecimiento poblacional ha ido en aumento. Tanto a nivel mundial, regional y nacional se registra un crecimiento comparativamente mayor del grupo de personas que superan los 60 años respecto al resto de la población; fenómeno que en su interior se caracteriza por dos procesos que se dan de manera simultánea: la feminización –con la consecuente reducción de la tasa de natalidad- y el envejecimiento de las personas mayores.

En este marco, para empezar a saldar la deuda social con las personas mayores es necesario planificar la acción con tres pilares claves:

Desarrollar un saber específico de carácter científico sobre la problemática de la vejez desde una perspectiva humanista, integral e interdisciplinaria, fundado en un enfoque de derechos y capaz de ampliar el campo de reconocimiento y de acciones posibles y necesarias sobre el problema.

Promover en las dirigencias sociales, la ciudadanía, la opinión pública y agentes de gobierno de nuestro país, una mayor toma de conciencia y movilización de acciones frente al problema.

Apoyar al fortalecimiento de aquellas organizaciones, grupos de investigación, líderes sociales e iniciativas gubernamentales y no gubernamentales que desde distintos ámbitos sociales desarrollan acciones orientadas al reconocimiento y la protección del derecho al desarrollo humano integral, al reconocimiento, integración y activa participación en la vida de nuestra sociedad por parte de las personas mayores.

El envejecimiento poblacional está teniendo con mayor énfasis consecuencias en el mercado laboral y financiero, las viviendas, los transportes, la protección social y en especial, en la estructura familiar y los lazos intergeneracionales.

En 2050, una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 65 años (16%), más que la proporción actual, que es del 10 %.

En 2018, por primera vez en la historia, las personas de 65 años o más superaron en número a los niños menores de cinco años en todo el mundo. Se estima que el número de personas de 80 años o más se triplicará, de 143 millones en 2019 a 426 millones en 2050.

Toda esta realidad no permanece ajena a la preocupación del Papa Francisco, una persona mayor de influencia mundial.

“Gracias a los progresos de la medicina la vida se ha prolongado: ¡pero la sociedad no se ha “prolongado” a la vida! El número de los ancianos se ha multiplicado, pero nuestras sociedades no se han organizado suficientemente para hacerles lugar a ellos, con justo respeto y concreta consideración por su fragilidad y su dignidad. Mientras somos jóvenes, tenemos la tendencia a ignorar la vejez, como si fuera una enfermedad, una enfermedad que hay que tener lejos; luego cuando nos volvemos ancianos, especialmente si somos pobres, estamos enfermos, estamos solos, experimentamos las lagunas de una sociedad programada sobre la eficacia, que en consecuencia, ignora a los ancianos. Y los ancianos son una riqueza, no se pueden ignorar, ha reflexionado el Papa.

La provincia de Misiones ha sido vanguardia en la protección de los Derechos de los Adultos Mayores, al punto que en 2002 fue la primera provincia en constituir por ley (XIX – 41) el Consejo Provincial de Adultos Mayores, extinguido en julio por imperio de la Ley XIX 76, que establece la “Promoción, protección y reconocimiento y pleno goce y ejercicio de los derechos humanos de las personas mayores”, como si los 19 años previos d arduo trabajo voluntario ad honorem no hubieran existido.

Salvando ese y otros groseros errores de la nueva ley (que en entre otras cosas hace desaparecer a Misiones como representante del NEA en el Consejo Federal de Adultos Mayores), es necesario destacar que el producto legislativo enriquece -y mucho- los contenidos de la ley precedente modificada y con artículos derogados.

El Poder Ejecutivo promulgó la Ley XIX 76 sin observaciones, de manera que queda por delante la tarea de su reglamentación, que es de esperar no tenga tanta morosidad como la de Alzheimer (sancionada en septiembre de 2018), antes que caiga en el olvido.

Mientras tanto, a tres meses de la invisibilización del Consejo de Adultos Mayores de Misiones (cualquiera sea su denominación), sería deseable que el Ministerio de Desarrollo Social, la Mujer y la Juventud, cuya titular es la indicada por la ley para presidirlo, convoque a integrarlo. Aunque más no sea para cumplir con la nueva ley. (Alejandro Miravet – Periodísta Gerontológico)