Fue declarado culpable del crimen de su ex hijastro de 9 años, cometido en noviembre de 2011 en la localidad bonaerense de Lincoln. La sentencia fue dictada en forma unánime por el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 1 de Junín, integrado por los jueces Miguel Angel Vilaseca Parisi, Karina Piegari y Claudia Dana, que halló a Cuello (39) responsable del delito de «homicidio calificado por haber sido cometido con alevosía».
«A mi hijo no me lo devuelve nadie, pero esta bestia va estar donde tiene que estar», dijo Susana Santillán, la madre de Tomás, apenas tomó contacto con la prensa en la puerta de los tribunales.
Por su parte, el ministro de Justicia y Seguridad bonaerense, Ricardo Casal, sostuvo que fue «un fallo ejemplar», con lo cual coincidió el abogado de la familia de la víctima, Carlos Torrens, que se preguntó: «Después de todo lo que escuchamos, si no fue Cuello, ¿quién fue?».
«Por fin va a descansar en paz, ahora creo en la justicia y voy a poder dormir», agregó la abuela del niño.
Para condenar a Cuello, el tribunal tuvo en cuenta los numerosos testimonios que acreditaron la «mala relación» que el imputado tenía con Tomás, especialmente el brindado por el primito de la víctima, que declaró que al niño «le daban ganas de hacer pis y le dolía la panza» cuando veía al ahora condenado.
Los jueces consideraron que Cuello planificó el hecho y para arribar al móvil del homicidio recurrieron a los análisis psicológicos, que concluyeron que había «un vínculo patológico con la madre de la víctima».
«Pegó donde más le podía doler, para Cuello (Tomás) era una cosa, una forma de herir a la madre», remarcaron.
El tribunal coincidió parcialmente con lo solicitado por el fiscal de instrucción y juicio, Javier Ochaizpuro, que en los alegatos había reclamado reclusión perpetua por «homicidio agravado por ensañamiento y alevosía».
Los camaristas no aplicaron el agravante del ensañamiento por considerar que el crimen fue cometido en poco tiempo y hubo una corta agonía, pero aceptaron que hubo «alevosía», es decir un estado de indefensión de la víctima.
«Aun afirmando que el niño ultimado hubiese intentado y hasta logrado oponer resistencia con rasguños, manotazos o maniobras defensivas, esta nunca podría haber sido riesgosa para el agresor armado con el elemento descripto (la pala), que actuó sobre seguro, con despliegue psicológico de astucia artera y traidora», dijo en su voto la jueza Piegari, al que adhirieron sus colegas.
Otras pruebas recogidas en la investigación que valoraron los jueces fue que el ADN de Tomás fue hallado en el asiento trasero del Fiat Palio Weekend de María Inés Márquez, que el acusado manejaba el día del crimen.
También evaluaron que en el marco de la planificación del hecho, Cuello hizo declarar de forma «mentirosa» a Márquez, a quien le hizo decir que estaba con él en el momento en que el chico desapareció.
Además, se tuvieron en cuenta los análisis de registros telefónicos que ubicaron al acusado a unos kilómetros de su casa, donde fue hallado asesinado el niño, y una reconstrucción para ver si le daba el tiempo para haber cometido el hecho.
«El resultado fue perfectamente posible, todo lo tuvo planeado y calculado», se remarcó en el fallo.
Tomás desapareció el mediodía del 15 de noviembre de 2011, alrededor de las 12.15, cuando salió de la escuela rumbo a su casa, en la localidad de Lincoln, a 300 kilómetros de la Capital Federal.
Al no tener noticias suyas, su madre radicó una denuncia y, tras una intensa búsqueda, el cuerpo golpeado de Tomás fue hallado el 17 de noviembre en el predio rural «La Vieja», en las afueras de Lincoln.