El ministro de Derechos Humanos, Edmundo Soria Vieta, dijo que como médico y como titular de la cartera humanitaria estaba de acuerdo con la muerte digna que supone evitar la sobreactuación médica, cuando ya no hay esperanzas de revertir una situación que ha devenido en terminal.
Pero hizo notar que «ésta es también una cuestión de conciencia. Hay familias que están de acuerdo y otras que no y deben ser respetadas. No se trata de eutanasia -que es provocar la muerte- sino dejar de recurrir a la aparatología, cuando ya no puede recuperarse al enfermo», precisó.
Soria Vieta dijo que su opinión era personal, porque no había un pronunciamiento oficial al respecto. Comentó que, «inclusive a mi me gustaría, si Dios lo permite, estar en mi casa, rodeado por mis seres queridos y no en terapia intensiva, donde los aparatos no tienen espíritu ni amor».
Por su parte el cura párroco de la Iglesia Catedral, Alberto Barros, consideró que antes de una definición que establezca una postura primero hay que definir qué se entiende por «muerte digna», en referencia al proyecto en tratamiento en el Congreso de la Nación.
«Por lo que yo leí, los dos dictámenes que se han elaborado ninguno propone de ninguna manera ni la eutanasia ni el suicidio asistido lo cual desde lo humano y cristiano lo rechazaría absolutamente», observó. Según interpretó, la iniciativa parlamentaria apunta, más bien, a que el paciente pueda tener la decisión de decir hasta donde el tratamiento que deba realizarse lo puede soportar o no. «Por lo que he entendido el proyecto apunta a no encarnizarse en tratamientos excesivos o desproporcionados a la necesidad del paciente, que en esto obviamente el médico tiene una gran parte de decisión, no solo la persona enferma», afirmó.
Barros consideró que el «espíritu» de la ley apunta a que la medicina haga todo lo necesario hasta donde sea posible, «pero siempre con una proporcionalidad en cuanto a las posibilidades posteriores. Es decir, si una persona está en una agonía absolutamen te irreversible, prácticas médicas exageradas o desproporcionadas que en el fondo no van a ganar nada y solamente le generan más sufrimiento al paciente, evidentemente no tendría sentido».