Masacre de más de 50 islamistas agudiza la crisis política egipcia

La honda crisis política egipcia tras el golpe militar que la semana pasada derrocó al presidente constitucional Mohamed Mursi volvió a ensangrentar El Cairo el lunes, cuando las tropas abrieron fuego sobre una multitud frente a la Guardia Republicana, provocando más de 50 muertos entre sus partidarios. La información de la agencia oficial de noticias contabilizaba 51 muertos y 435 heridos y las fuerzas armadas denunciaban la muerte de dos policías y un soldado, pero en una conferencia de prensa donde estuvo presente este corresponsal dos voceros de la Hermandad Musulmana culparon al Ejército por 55 decesos.

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Télam, único medio argentino presente en la convulsionada capital egipcia, pudo observar que el lugar de la masacre asemejaba un campo de batalla tras un cruento combate: manchas de sangre por doquier, edificios y paredes perforadas por los balazos, y un aire cargado de estremecedor olor a pólvora.

La matanza ocurrió cerca del edificio de la Guardia Republicana en la madrugada cairota, cuando los soldados abrieron fuego, sin causa aparente, contra una multitud que se dirigía a la mezquita Rabaa-al-Adaweya, donde los simpatizantes de la Hermandad Musulmana acampan y reclaman la liberación del presidente Mursi.

El Ejército afirmó, en un comunicado publicado inmediatamente tras los hechos, que sus efectivos respondieron a un ataque de «terroristas armados» y que un policía murió y seis conscriptos se encuentran gravemente heridos.

Sin embargo, dos voceros de los Hermanos Musulmanes ofrecieron poco después una conferencia de prensa en el interior de la citada mezquita -donde Télam estuvo presente- en la que culparon al Ejército por 55 muertes, informaron sobre 150 heridos y mostraron casquillos de bala, granadas y videos con impresionantes imágenes.

Durante la rueda de prensa, también desplegaron un gran número de cartuchos de balas de plomo recogidos en el lugar, así como granadas de las comunes y de las lacrimógenas que al manipularlas volvieron a despedir el gas, lo que hizo lagrimear a varios periodistas que estábamos allí.

La presencia de muchos jóvenes heridos, con sus ropas manchadas de sangre, imprimía a los relatos una carga emocional mucho mayor, acompañada de llantos de los muchos presentes.

Afuera, desafiando los más de 35 grados que azotaban la capital egipcia en pleno verano, miles de personas acudieron a la plegaria del mediodía. A la hora señalada, el clérigo comenzó a rezar en medio de llantos que él mismo no podía contener y que tensaban el ambiente hasta un nivel insospechado.

En la avenida que conduce a la mezquita, 1,5 kilómetro antes de llegar al templo, medio millar de carpas improvisadas en un perímetro de no más de un kilómetro se complementan con la imagen de un conflicto bélico, con alrededor de 15 tanques, centenares de militares y una extensa trinchera con muros y alambradas de púas.

La masacre tuvo de inmediato un coletazo político importante cuando el partido salafista Al Nur anunció que se retirará de las discusiones sobre la elección del primer ministro y del resto del gobierno, que debía anunciarse el lunes.

«Decidimos retirarnos inmediatamente de las negociaciones para formar un nuevo gobierno en respuesta a la masacre que tuvo lugar en Nasr City», declaró Nader al Bakkar, portavoz de Al Nur, en su cuenta de Twitter.

«Queríamos evitar un derramamiento de sangre y la sangre no deja de correr», agregó el portavoz de la agrupación que durante el fin de semana bloqueó la designación del liberal Mohamed El Baradei como primer ministro, pese a que había sido anunciado por miembros del gobierno de transición.

Al Nur era hasta hoy un aliado de la coalición mayoritariamente secular que apoya el derrocamiento de Mohamed Mursi.

El partido ultraconservador respaldó la búsqueda de una nueva cúpula en Egipto, pero las conversaciones hasta ahora fueron infructuosas porque los salafistas se oponen no sólo al premio Nobel El Baradei, sino también al socialdemócrata Siad Bahaa El Din, y piden una personalidad «políticamente neutral».

Este alejamiento de Al Nur profundiza la fractura en la frágil coalición que gobierna Egipto, ya que los salafistas representan un tercio del disuelto Parlamento y junto con el Partido de la Justicia y la Libertad (PLJ), brazo político de los Hermanos Musulmanes, tenían el 65% de los escaños.

De cara a la reforma y a la convocatoria a nuevas elecciones, este alejamiento de Al Nur genera incertidumbre y alienta más las especulaciones de los principales analistas que insisten que en estas condiciones los islamistas volverían a ganar los comicios.

Por fuera de las fronteras egipcias, la masacre del lunes y la aparente falta de brújula de la coalición gobernante desataron una ola de preocupación internacional y varios llamados a la calma.

El gobierno alemán, a través de su Ministerio de Relaciones Exteriores, se mostró «consternado» por los sucesos registrados en El Cairo y exigió una «investigación rápida e independiente de la masacre», según consignó la agencia de noticias DPA.

Un portavoz del Ministerio mostró el temor a una escalada de la tensión en Egipto tras el derrocamiento de Mursi y rechazó «el uso de la violencia para dirimir disputas políticas», tras exigir «a todos los responsables que actúen con prudencia».

Desde el Reino Unido, el ministro de Asuntos Exteriores, William Hague, pidió también «calma y contención» en una declaración divulgada hoy, en la que exige una investigación completa sobre el incidente y un «rápido retorno al proceso democrático».

«Condeno la violencia que llevó a la muerte de más de 55 personas durante las manifestaciones en Egipto. Hay una urgente necesidad de calma y contención», dijo el jefe de la diplomacia británica.

En la misma línea, el ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, Ahmet Davutoglu, condenó «del modo más enérgico» y «en nombre de los valores humanos básicos» la «masacre durante la oración de la mañana», según un mensaje colgado en su cuenta de la red Twitter.