Argentina / Política | Milei canta victoria, pero el 60% del país votó en contra

El presidente ultraderechista, Javier Milei, celebró con euforia el "triunfo arrollador" de La Libertad Avanza (LLA) en las elecciones legislativas, que le permitió ampliar su bloque en el Congreso y consolidar su poder político. Tras conocerse que su partido superó el 40% de los votos a nivel nacional, Milei afirmó que la jornada marcó un "punto bisagra" y el inicio de "la construcción de la Argentina grande". Sin embargo, detrás del festejo, persiste una duda crucial sobre la verdadera legitimidad y el alcance de su mandato: cerca del 60% de los argentinos se inclinó por opciones electorales que se oponen a sus políticas o a su figura. También hay duda sobre como responderán las provincias.

El entusiasmo del oficialismo se sustenta en la victoria en distritos clave y en el aumento de la representación parlamentaria, un capital que el Ejecutivo utilizará para impulsar las reformas estructurales pendientes.

Si se suman los votos obtenidos por las fuerzas de la oposición, incluyendo a Fuerza Patria, Provincias Unidas, el Frente de Izquierda y otras expresiones provinciales, queda en evidencia que una amplia mayoría de la ciudadanía expresó su rechazo, o al menos su desacuerdo, con el rumbo actual del Gobierno.

El Desafío del Consenso

Esta cifra obliga a relativizar la contundencia del triunfo y plantea un desafío mayor: la necesidad de construir consenso político que trascienda la base de apoyo propia. La victoria legislativa de Milei le otorga capacidad de resistencia ante la oposición, pero no le asegura la mayoría simple para aprobar en solitario la totalidad de sus reformas más ambiciosas.

Las declaraciones post-electorales del presidente, aunque triunfalistas, no han disipado las inquietudes sobre si el Gobierno optará por profundizar la confrontación o abrirá verdaderos canales de diálogo.

“Hoy pasamos el punto bisagra”, sentenció el presidente, dando a entender que el resultado valida sin atenuantes su plan de ajuste fiscal y desregulación.

No obstante, la realidad parlamentaria y la distribución del voto indican que cualquier avance en materia de reforma laboral, previsional o en la modificación/cierre de organismos clave para las economías regionales requerirá la colaboración de sectores moderados o disidentes.

La gran pregunta que surge al día siguiente es si el presidente Milei, respaldado por un 40% que confía en su modelo, ignorará al 60% restante, arriesgando una mayor conflictividad social, o si utilizará su nuevo capital político para tender puentes y gestionar el país con el apoyo de una coalición más amplia y sostenible. La respuesta determinará si este «punto bisagra» conduce a la estabilidad o a una polarización aún más marcada.