Argentina / Crisis | El presidente Javier Milei está totalmente desquiciado: debería regresar al país para rendir cuentas

Si bien venía manifestando una conducta disruptiva en redes sociales, tras la caída de la ley ómnibus el mandatario expone por esa vía un nivel de violencia intolerable que lo pone al borde del juicio político

El presidente de la República solo puede ser destituido de su cargo por el Congreso Nacional mediante juicio político. A esta altura de los acontecimientos dejar en libertad de acción a Javier Milei es peligrosísimo para la integración nacional, la convivencia pacífica y la sana existencia de cada uno de los residentes en Argentina.

Esta persona actúa como un monarca y su actitud autocrática, de desprecio por las instituciones por la República, pone al país en serio riesgo interior y exterior, llevando las relaciones internacionales a escenario de conflicto no queridos por una población pacífica y respetuosa de los tratados internacionales.

La Constitución de la Nación Argentina establece en su artículo 53 la potestad a la Cámara de Diputados de acusar ante la Senado «al presidente, vicepresidente, al jefe de gabinete de ministros, a los ministros y a los miembros de la Corte Suprema, en las causas de responsabilidad que se intenten contra ellos, por mal desempeño o por delito en el ejercicio de sus funciones; o por crímenes comunes, después de haber conocido de ellos y declarado haber lugar a la formación de causa por la mayoría de dos terceras partes de sus miembros presentes».

El presidente de la Corte Suprema de Justicia dirige el Senado en el juicio al jefe de Estado. En el caso de que el Senado decida por la mayoría de dos tercios de votos sobre todos los cargos antes mencionados o sobre alguno de ellos (artículo 59), se declarará al acusado incurso en la destitución de su empleo, conforme al artículo 60 de la Constitución.

Su fallo no tendrá más efecto que destituir al acusado, y aun declararle incapaz de ocupar ningún empleo de honor, de confianza o a sueldo en la Nación. Pero la parte condenada quedará, no obstante, sujeta a acusación, juicio y castigo conforme a las leyes ante los tribunales ordinarios.

Aunque el procedimiento se incorporó a la Constitución de 1819, el primer caso de un juicio político fue el de Juan Palma, juez federal de Mendoza, cuya acusación fue rechazada y la causa terminó con la «absolución» en 1866. Desde entonces, solamente se han destituido por este procedimiento a jueces de la Corte Suprema de Justicia o tribunales interiores del poder judicial federal. Estos últimos fueron excluidos de juicio político en el Congreso por la reforma constitucional de 1994, ya que en adelante sus casos se examinarían en el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados (artículos 53 y 115).

De 1999 a 2018, la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados recibió 231 pedidos de juicio político, la gran mayoría por la causal de mal de desempeño del cargo: por ejemplo, Cristina Fernández de Kirchner recibió siete de estas denuncias durante su mandato, Mauricio Macri tuvo dos y una ministra de su Gobierno, Patricia Bullrich, siete. Casi todas las causas han sido desechadas por la comisión y la última vez que el Congreso destituyó a funcionarios mediante juicio político fue en 2003, al comienzo de la presidencia de Néstor Kirchner, en un proyecto iniciado por Eduardo Duhalde contra cinco jueces de la Corte Suprema por presunta corrupción: tres de ellos renunciaron durante el proceso, mientras que los otros dos (Eduardo Moliné O’Connor y Antonio Boggiano) terminaron destituidos por el Senado.

Veamos algunas muestras del desequilibrio que exhibe en redes sociales el presidente de la Nación Argentina, Javier Milei.

Estas publicaciones reflejan un estado emocional y salud mental que no son compatibles con el ejercicio de la primera magistratura en Argentina.

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Estas publicaciones en Instagram ha conseguido miles de comentarios que se pueden leer siguiendo los enlaces de los posteos. La absoluta mayoría de esas apostillas reflejan la pérdida de respeto a la investidura presidencial y el descreimiento absoluto de las capacidades del presidente Javier Milei.

En las últimas horas son muchas las voces de diverso nivel que han sugerido retirar al mandatario de las redes sociales pues sus mensajes y reposteos están instalando mensajes confusos para propios y ajenos, además de instalar una corriente de odio de consecuencias impredecibles.


Es intolerable que el presidente Javier Milei no sea quien convoque al diálogo constructivo, pacificador, sino por el contrario quien promueve el desencuentro entre los argentinos y promueva el escrache de quienes también han sido emergentes del voto popular.

Un hombre con semejante inestabilidad emocional no puede estar en condiciones de funcionar como un presidente democrático, respetuoso de la división de poderes. Y la Democracia cuenta con las herramientas para superar esta situación anormal. (Alejandro Miravet, Posadas, Misiones, Argentina)