Las fuerzas armadas de Egipto se comprometieron el lunes a no disparar en contra de protestas pacíficas, mientras miles de personas agudizaban la presión e insistían en la salida del presidente Hosni Mubarak. Los militares, que colocaron a Mubarak en el poder en 1981, parecían estar evaluando si cambiar su lealtad mientras adversarios al general retirado hablaban de reunir a millones de personas en las calles el martes para marcar una semana desde que comenzaron las inéditas protestas.
El comando militar, que podría preferir mantener un sistema de Gobierno de seis décadas respaldado por la fuerza armada que prolongar el apoyo a Mubarak, emitió el lunes un comunicado calificando de «legítimas» a las demandas de los manifestantes y prometiendo no usar la fuerza contra quienes se expresen pacíficamente.
La Casa Blanca y la Unión Europea (UE) renovaron sus llamados para que Mubarak, de 82 años, acepte la voluntad del pueblo, aunque se abstuvieron de decir abiertamente a su veterano aliado que debe dimitir.
Pero egipcios en las calles no tenía tales reservas.
«¡El pueblo quiere la salida del presidente!», corearon miles en El Cairo. «¡Levántate Mubarak! ¡Hoy es tu último día!», era el grito de una multitud en Mahalla, una ciudad textilera en el Delta del Nilo.
En el sexto día de manifestaciones que han salpicado a todo el mundo árabe, decenas de miles de personas en las calles de El Cairo y otras ciudades echaron por tierra el intento de Mubarak de salvar su Gobierno de tres décadas a través de un cambio de ministros.
«No hay vuelta atrás. No hay miedo», dijo Hassan Shaaban, de 35 años, durante una incesante manifestación en el centro de El Cairo. «Después de Mubarak, ningún otro presidente se atreverá a oprimirnos», agregó.
Desde el viernes, luego de que la odiada policía de Mubarak se enfrentara con jóvenes manifestantes, los militares han estado en las calles en una gran demostración de fuerza respaldada por tanques estadounidenses.
Pero los soldados, ampliamente admirados por los egipcios, han observado pacientemente, permitiendo a la gente descargar su furia por la pobreza y la dictadura.
En su primer comentario formal sobre los sucesos, el comando de las fuerzas armadas emitió el lunes un comunicado. «Las fuerzas armadas no recurriremos al uso de la fuerza contra nuestro gran pueblo», dijo, aunque aclaró que actuaría contra quienes intentaran saqueos.
«Sus fuerzas armadas, que son conscientes de la legitimidad de sus demandas y están dispuestas a asumir su responsabilidad de proteger a la nación y a los ciudadanos, afirman que la libertad de expresión a través de medios pacíficos está garantizada para todos», agregó.
En Washington, que ha apoyado a Mubarak con dinero y armas como un vital aliado contra el islamismo radical en Oriente Medio, un portavoz de la Casa Blanca dijo que debe escuchar las quejas del pueblo en el país de 80 millones de habitantes y darles libertad.
Sin embargo, se negó a decir abiertamente que Mubarak debe irse.
Ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Europea (UE) reunidos en Bruselas llamaron a «una transición ordenada hacia un amplio Gobierno de base, que lleve a un proceso genuino de reformas democráticas fundamentales».
La revuelta estalló en medio de la frustración por la represión, la corrupción, la pobreza y la carencia de democracia. Esta fue en parte inspirada por el derrocamiento del líder y hombre fuerte de Túnez el pasado 14 de enero y ha desatado una especie de efecto dominó en la región.
«Algo histórico está ocurriendo en el mundo árabe», expresó el ministro de Relaciones Exteriores finlandés, Alexander Stubb. «Pero es muy pronto para decir si este es el momento del Muro de Berlín, el momento de 1989», agregó.
Unas 140 personas han muerto en enfrentamientos con fuerzas de seguridad en episodios que han transformado la imagen que Egipto tenía hasta ahora de un país estable, prometedor mercado emergente y atractivo destino turístico.
Mubarak, un cercano aliado de Estados Unidos y baluarte de la política occidental en Oriente Medio, respondió a la ira pública ofreciendo reformas económicas.
El nuevo ministro de Finanzas, Samir Radwan, dijo a Reuters: «Esta es una misión nacional en un momento muy crítico». Pero, agregó que aún no tenían nuevas políticas.
Soldados respaldados por tanques y personal fuertemente armado no hicieron nada para dispersar a la multitud durante la noche, horas después del inicio del toque de queda, aunque helicópteros sobrevolaban constantemente el área.
En una pancarta se leía: «me voy a casa cuando Mubarak se vaya».
Algunas personas utilizaban teléfonos móviles para invitar a amigos y familiares a unirse a ellos durante la noche, esperando lograr una masiva manifestación para el martes.
Mubarak nombró el lunes como ministro del Interior al general Mahmoud Wagdy, que venía de ser el jefe del Departamento de Investigación Criminal en El Cairo. El predecesor de Wagdy era vilipendiado por muchos egipcios por las represivas tácticas usadas por la policía contra la oposición y detractores del presidente.
Aferrado al poder a medida que su legitimidad se esfuma, nombró como vicepresidente -un puesto que ha estado vacante durante 30 años- a su jefe de inteligencia, Omar Suleiman, un militar retirado. Esta fue una decisión considerada un paso hacia la transición en el poder.
También designó al ex jefe de la fuerza aérea, al comandante Ahmed Shafiq, como primer ministro tras haber destituido al gabinete completo el viernes, el día en que la policía y manifestantes batallaron en las calles de El Cairo.
Sin embargo, parece que estas decisiones harán poco para frenar las revueltas contra el gobernante de 82 años.
«Este nuevo gabinete es muy poco, demasiado tarde. Creo que Mubarak se irá probablemente antes de que pasen 30 días», dijo Zaineb Al Asam, experta en Oriente Medio en la firma Exclusive Analysis, con sede en Londres, a Reuters.
«Hay algunas figuras en el gabinete que son profundamente impopulares. Un ejemplo es el general Wagdy. Eso se va a sumar a las protestas. Mubarak será visto por el Ejército como una carga», añadió.