«El verdadero poder es el servicio», dijo el papa Francisco

Francisco, el primer papa argentino, latinoamericano y jesuita de la historia, dio el puntapié inicial a su pontificado con una multitudinaria misa en la plaza San Pedro, ante líderes políticos y religiosos de todo el mundo, y una marea humana de fieles, muchos de ellos argentinos. El argentino Jorge Bergoglio buscó imprimirle su sello personal a la ceremonia, en la que se le colocaron los símbolos del pontificado: el palio y el anillo del pescador, fabricado en plata dorada y no en oro como era tradición hasta ahora en el Vaticano.

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Antes de la misa, el papa recorrió durante 20 minutos la plaza San Pedro, colmada de gente, a bordo de un jeep blanco descubierto, saludando en varias oportunidades a niños y especialmente a una persona discapacitada que se encontraba junto a su familia.

La celebración comenzó en el interior de la Basílica, donde Francisco oró ante la tumba de San Pedro, el primer papa, y luego -junto al colegio cardenalicio- se trasladó al exterior, donde comenzó la misa, que duró menos de 2 horas tras ser acortada en algunos tramos.

Sobre la explanada del templo, a la izquierda, estaban ubicadas las delegaciones oficiales de 132 países; encontrándose en primera fila la comitiva argentina encabezada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner junto a miembros del poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial del país.

Tras la misa, otra vez en el interior de la basílica, el papa -de pie y todo vestido de blanco- saludó a los presidentes y delegaciones presentes, con apretones de mano e intercambiando comentarios con muchos de ellos.

Entre los mandatarios presentes estuvieron Dilma Rouseff (Brasil), Sebastián Piñera (Chile), Rafael Correa (Ecuador), Enrique Peña Nieto (México); así como también la argentina Máxima Zorreguieta, futura reina de Holanda; el príncipe heredero de de España, Felipe, y la canciller alemana, Angela Merkel, entre muchos otros.

Participaron también de la misa líderes religiosos judíos, musulmanes y de otras confesiones, entre quienes se destacó la presencia del patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, en un acontecimiento que ocurre por primera vez en mil años.

El papa Francisco sostuvo que «el verdadero poder es el servicio» y realizó un enérgico llamamiento a los líderes del mundo y todos los hombres a «ser custodios de la creación y de los hermanos».

Así lo expresó en el marco de la multitudinaria misa de inicio de su pontificado, en la plaza San Pedro, que se celebra el día de la fiesta de San José, y de la que participan delegaciones de 132 países -entre ellos, la comitiva argentina presidida por Cristina Fernández de Kirchner-, líderes de otras religiones y una multitud de fieles, muchos de ellos argentinos y latinoamericanos.

«Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el papa, para ejercer el poder, debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños», afirmó Jorge Bergoglio.

Seguido de un impresionante silencio desde la plaza y con decenas de banderas celeste y blanca flameando, el papa destacó la necesidad de ser «custodios de los dones de Dios» y advirtió sobre «los Herodes que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer».

«Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás, salvaguardar la creación», dijo el papa y explicó que eso significa «custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón».

«Quisiera pedir a los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito político, social o económico: seamos custodios de la creación, guardianes del otro, del medio ambiente.»

En un llamado a los líderes del mundo, pidió también a ellos que «sean custodios de la creación».

«Quisiera pedir por favor a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito político, social o económico, a todos los hombres de buena voluntad: seamos custodios de la creación, guardianes del otro, del medio ambiente», dijo en una vibrante homilía.

«No dejemos que los signos de destrucción y muerte acompañen el camino de este mundo nuestro», añadió y advirtió que «el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida».

Al inicio del sermón, Francisco tuvo palabras de afecto y recuerdo hacia su antecesor, Benedicto XVI, al señalar que «en una coincidencia muy rica de significado, hoy es el onomástico de mi venerado Predecesor», sobre quien señaló que «le estamos cercanos con la oración, llena de afecto y gratitud».

En base al texto bíblico del Evangelio de hoy, el papa destacó la figura de San José, esposo de la Virgen María -de quien Bergoglio es muy devoto- y centró su mensaje en su misión de «custodio» de María y de la Iglesia toda, que ejerce «con discreción, humildad y fidelidad», según dijo.

«Custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, los más frágiles.»

En ese marco, Bergoglio dijo que todos los hombres tienen la misión de «custodiar» la creación y los bienes de Dios, y tomando el ejemplo de San Francisco de Asís -el santo por quien tomó su nombre papal- afirmó que implica «tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos».

«Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Es preocuparse uno del otro en la familia», añadió.

Advirtió también que «cuando el hombre falla en esta responsabilidad, cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido».

«Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen ‘Herodes’ que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer», dijo en un tramo muy aplaudido de su mensaje.

Dijo también que «custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen» y agregó: «No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura».

En otro tramo de la homilía, y haciendo referencia a la segunda lectura -una carta de san Pablo- remarcó la actitud de Abraham, quien «creyó, contra toda esperanza».

«También hoy, ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza. Custodiar la creación, cada hombre y cada mujer, con una mirada de ternura y de amor; es abrir un resquicio de luz en medio de tantas nubes; es llevar el calor de la esperanza», expresó.