Hace unos días subimos un ranking de confianza (o desconfianza) en algunas de las instituciones argentinas. Ninguna logra superar el 40% de confianza, reseña en análisis del estudio Zuban-Córdoba, que en esta entega sus responsables agradecen «la gran repercusión que tuvo nuestro último estudio. Este bonus track es para profundizar en algunas cuestiones que pueden haber quedado en el tintero».
Toda una radiografía del actual estado de representantes públicos/as en la Argentina. Quizás una respuesta parcial al enojo de la ciudadanía con la política y el funcionamiento del Estado.
¿Que deberían estar haciendo esas instituciones? ¿No es la confianza ciudadana el estandarte a conquistar para el fortalecimiento de la democracia?
Quizás empezar por un concepto, que no puede traducirse en significante vacío como muchas de las consignas actuales sino, que se traduce en resultado inmediato: transparencia.
Un disclaimer importante: no incluimos en este ranking a las universidades públicas, que hoy protagonizan el centro de la escena. En otros estudios las hemos incluido y están al tope de los rankings de confianza. Lo que si preguntamos es si “la educación pública es un derecho de todos y debemos defenderla” (ver #DomingoDeDatos anterior) y el 87.4% acordó con esa frase. Es un consenso social casi unánime de validación.
Para profundizar la cuestión de la confianza, la consigna toma otro tono cuando se mide la capacidad de ponerle límites al gobierno.
Ahí el Congreso, la Corte Suprema y la Justicia aparecen como las instituciones con más fuerza.
¿Será que la expectativa de “no va a hacer todo lo que dice” esta puesta ahí?
¿Será que la misma sociedad que espera del presidente un ejercicio vigoroso del poder también espera que las instituciones no sean tímidas a la hora marcar líneas rojas a ese ejercicio?
Esas preguntas deberían recorrer los pasillos de esas instituciones. En nuestro último estudio realizamos dos preguntas abiertas: mencione la política más positiva y la más negativa del gobierno.
Los resultados muestran un universo de conceptos bastante diverso y fragmentado. En la dimensión positiva, la cuestión económica es la que toma más fuerza, pero aparecen también cuestiones como la lucha contra la “casta”, los despidos de empleados públicos y el ajuste en general.
En la dimensión negativa, aparece la misma fragmentación con conceptos como el ajuste a los jubilados, la liberación de precios, el manejo de la epidemia de dengue, la desfinanciación de universidades y el sistema científico, entre otros.
Vemos, así como mientras la dimensión positiva parece estar plagada de cuestiones más bien simbólicas, la negativa empieza a mostrar problemas concretos. La brecha entre ambas cosas también es algo a seguir. Hacé click aquí para poder ver el Bonus Track completo.