El obispo de Posadas, monseñor Juan Rubén Martínez, reconoció que «a veces hacemos un mal uso de la palabra esperanza, la empleamos en frases engañosas y evasivas, o bien ligándola a un falso optimismo, a una mera ilusión o a una utopía idealista, o bien al ‘tener buena onda’; ‘fulano es el que nos va a salvar’, ‘tengamos buena onda y todo se arreglará’, ‘vengan a mi grupo y dejarán de sufrir'».
El prelado sostuvo que «en general hay muchas frases que pueden ser alentadoras, pero habitualmente son muy inconsistentes, porque delegan la propia responsabilidad a un mañana incierto, a un tercero, o son dichas simplemente para salir del paso. Lamentablemente este mal planteo de la esperanza nos va sumergiendo en nuevas y más profundas frustraciones».
Asimismo, recordó que la esperanza cristiana, teológica, está fundamentada en el misterio de la ‘Encarnación’ y ‘La Pascua’, o sea en el hecho de que Dios quiso hacerse uno de nosotros y así se ligó a la historia humana. Por eso hablamos de una fe comprometida con la historia, con el drama humano, con la búsqueda de transformación, con la certeza de la dinámica de la Pascua, de la muerte y la Vida, que nos encamina a la eternidad».
El obispo advirtió que «tenemos que tener los ojos abiertos para discernir y desechar a aquellos que postulan falsas promesas o bien una especie de esperanza humana fácil, sin ninguna exigencia y responsabilidad en la construcción y en la tarea de transformar nuestra sociedad».
«Sería hipócrita pretender salir de las dificultades personales y sociales, de la crisis de valores y de las formas de corrupción, y no tener la decisión de asumir el propio compromiso responsable y constructor de un mañana mejor», precisó.
Monseñor Martínez consideró que «la esperanza cristiana nos debe potenciar a defender nuestros derechos, pero sobre todo a asumir nuestros deberes ciudadanos. Esta tarea se inicia con el compromiso en las pequeñas cosas cotidianas, en la participación de base, en nuestro pueblo o barrio, escuela o capilla».
«Podemos decir que si existen dirigentes sociales, políticos, religiosos inadecuados es por nuestra falta de responsabilidad y participación habitual, incluyendo el uso del voto que tenemos los ciudadanos, y con el cual decidimos quienes son nuestros conductores.