Millón de egipcios piden renuncia de Mubarak que anunció que no irá por reelección

Al menos un millón de personas protestaron el martes en todo Egipto clamando por la salida del presidente Hosni Mubarak, intensificando la presión sobre un líder que ha sido pilar de la política en Oriente Medio por tres décadas. La plaza Tahrir (Liberación) de El Cairo estaba atestada de gente, desde abogados y médicos hasta estudiantes y personas pobres desempleadas, y la multitud tomaba las calles aledañas.

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Mubarak dijo que no competirá por la reelección en el país y que promoverá cambios a la Constitución, tras las masivas manifestaciones en su contra. El anuncio lo hizo en un discurso a la nación, en el que admitió que Egipto está pasando por un «tiempo difícil».

El gobernante de 82 años también afirmó que trabajará en los meses que le quedan en la presidencia para permitir la transferencia de poder, para lo cual dijo que es prioridad estabilizar al país.

Las elecciones presidenciales están previstas para septiembre.

Multitudes también manifestaron en otras ciudades como Alejandría, Suez y el Delta del Nilo en las mayores protestas hasta el momento en el octavo día de revuelva contra Mubarak de parte de gente cansada de años de represión, corrupción y problemas económicos.

«El se va, nosotros no nos vamos», gritaba una multitud de hombres, mujeres y niños mientras un helicóptero militar sobrevolaba el mar de gente en la plaza, muchos con banderas de Egipto y pancartas con mensajes como «Adiós, Mubarak».

Con la Fuerza Armada rehusándose a tomar acciones contra el pueblo y el apoyo que le había dado desde hace largo tiempo Estados Unidos debilitándose, los días del hombre fuerte de 82 años parecían contados.

Su caída después de tres décadas de Gobierno podría reconfigurar el mapa geopolítico de Oriente Medio, con implicaciones desde Israel hasta el gigante petrolero Arabia Saudita.

Los disturbios ya se expandieron hacia otros países árabes como Jordania y Yemen.

La oposición, que abarca al prohibido grupo islamista los Hermanos Musulmanes, cristianos, intelectuales y otros, comenzó a unirse en torno a la figura de Mohamed ElBaradei, premiado con el Nobel de la Paz por su trabajo como jefe de la agencia nuclear de la ONU.

ElBaradei dijo el martes Mubarak debe irse de Egipto antes de que la oposición reformista inicie conversaciones con el Gobierno sobre el futuro de la nación más poblada del mundo árabe.

«Puede haber diálogo, pero tiene que llegar después de que se cumplan las demandas de la población y la primera de ellas es que el presidente Mubarak se vaya», declaró ElBaradei al canal de televisión Al Arabiya.

Medir el número de manifestantes fue difícil, pero periodistas de Reuters estimaron que había alcanzado la marca del millón que los activistas habían pedido.

«Mubarak despierta, hoy es el último día», gritaron en Alejandría.

La capacidad de Mubarak para controlar el poder en Egipto parecía cada vez más débil el martes, después de que la Fuerza Armada prometió no enfrentar a los miles de manifestantes que reclaman su renuncia.

Reformistas anti-Mubarak y representantes de la oposición esperaban que un millón de egipcios se sumen a la protesta para continuar el levantamiento que comenzó hace una semana.

El levantamiento estalló hace ocho días en medio de demandas por la corrupción, la opresión y las dificultades económicas y rápidamente escaló en una crisis sin precedentes en los 30 años de Gobierno respaldado por las implacables fuerzas de seguridad.

La desintegración de la estructura de poder de Mubarak marcará el comienzo de una nueva era en la historia moderna de Egipto y reconfigurará el mapa geopolítico de Oriente Medio, con enormes ramificaciones para Washington y aliados que van desde Israel hasta el gigante petrolero Arabia Saudita.
El Ejército, una fuerza poderosa y respetada en Egipto, asestó un golpe posiblemente fatal a Mubarak, de 82 años, el lunes por la noche cuando dijo que los soldados no abrirán fuego contra los manifestantes y que tenían reclamos legítimos y el derecho a protestar pacíficamente.

Los soldados desplegados en la Plaza Tahrir (Liberación), que se ha convertido en un punto clave de las protestas, levantaron barricadas de alambres de púa, pero no intentaron interferir con los manifestantes. Junto a ellos había tanques cubiertos con grafitis anti-Mubarak.

«Hemos hecho la parte difícil. Hemos tomado las calles», dijo el manifestante Walid Abdel-Mutaleb, de 38 años. «Ahora depende de los intelectuales y los políticos juntarse y darnos alternativas», agregó.

Efigies de Mubarak colgaban de los semáforos y algunos manifestantes cargaban ataúdes simulados con las palabras: «El funeral es en Tel Aviv».

Entre los manifestantes había abogados y otros profesionales, al igual que obreros y estudiantes, mostrando la amplitud de la oposición a Mubarak. Las mujeres y los hombres permanecían juntos de pie sosteniéndose las manos.

La manifestación fue un enfático rechazo al nombramiento del nuevo vicepresidente, Omar Suleiman, la renovación del gabinete y la propuesta de iniciar un diálogo con la oposición.

«La sucesión ya está en marcha», dijo Steven Cook, del Consejo sobre Relaciones Exteriores.

«Lo importante ahora es gestionar la salida de Mubarak, que deberá ser tan digna como sea posible en este momento. Por cuestiones de honor, los generales no tendrán otro modo», agregó.

Frank Wisner, ex embajador estadounidense en El Cairo, fue enviado a Egipto para reunirse con sus líderes.

Estados Unidos y otros aliados occidentales observaron primero confusos cómo miles de personas demandaban la salida de un aliado incondicional que ha sido una figura clave en las acciones de paz en Oriente Medio.

A medida que la crisis aumentaba, Washington solicitó reformas y elecciones libres pero también se mostró preocupado de que los islamistas puedan ganar poder si Mubarak fuera forzado a renunciar.

La posible emergencia de un vecino hostil en la frontera occidental de Israel también inquietó al primer ministro Benjamín Netanyahu, quien expresó su esperanza de que el tratado de paz de 1979 con Egipto sobreviva a cualquier cambio.

Las presiones sobre Mubarak llegaron desde otros puntos en la región. El primer ministro turco, Tayip Erdogan, dijo que Mubarak debe escuchar las peticiones de su pueblo y que la solución a los problemas políticos está en las urnas.

El Gobierno británico declaró que está decepcionado con el nuevo gabinete debido a que es improbable que sus miembros produzcan el tipo de cambio político que demandan los ciudadanos.

Los manifestantes se inspiraron en una revuelta en Túnez que derrocó a su presidente Zine al-Abidine Ben Ali el 14 de enero. Pero años de represión han dejado pocos líderes civiles claros capaces de llenar cualquier vacío de poder dejado por Mubarak.