Hola soy Karelis Hernández, directora de WhatsApp, y este mensaje es para…

¿Nos hemos preguntado qué pasa con la brecha digital? O, previo a ello, ¿Qué es la brecha digital? Estos son algunos de los interrogantes que me llevan a escribir esta nota.

Se acuerdan de ¿ICQ? ¿O del MSN Messenger? Claro que se acuerdan. Hay muchos que hoy recuerdan como era conectarse a determinado horario, siesta o noche, para encontrar a aquellos amigos o pareja(s) para chatear. Más de uno hoy sigue teniendo las mismas amistades, y hasta la misma relación, que aquel entonces. Más de uno recuerda con nostalgia el “pásame tu mail así te agrego” y también el “Carlita acaba de iniciar sesión” con su respectivo timbrecito. Y ¿Quién no cerró e inició sesión varias veces para llamar la atención de ESE o ESA que tanto queríamos que nos hable?

Bueno, les cuento una cosa. Ya en aquella época comenzó algo que, todavía hoy, se sigue dando: los mensajes de los CEO’s, directores, presidentes, gerentes, etc, de las redes sociales. A veces con mensajes catastróficos al estilo “WhatsApp recolecta tus datos”, otras menos terribles (salvo para tu bolsillo): “WhatsApp será pago desde 2018 si no reenvías este mensaje a 30 personas”.

Cada tanto llegan a nuestros teléfonos nuevamente estos mensajes. Pasó con el BBM (Blackberry Messenger) y pasa todavía con el mensajero de nuestro amigo Zuckerberg. Este miércoles vivimos una psicosis mundial, debido a la caída del mensajero más utilizado, y las cadenas no se hicieron esperar. Ahora es Karelis Hernández, ‘directora de WhatsApp’, la que se comunica contándote que “quedan 530 cuentas disponibles para nuevos teléfonos, y que nuestros servidores han estado recientemente muy congestionados, por lo que estamos pidiendo su ayuda para solucionar este problema”.

Si sos milennial es muy probable que el mensaje masivo te haya llegado a través de un grupo familiar, ese que compartís con la abu, o por un grupo de trabajo, donde está ese compañero de laburo que siempre te pide una mano para enviar esa fotito, fuera de foco por cierto, de su sobrino a algún pariente lejano. Sí, es el mismo que te envía ese saludo de navidad deseándote lo mejor para el año venidero.

En fin, por más que WhatsApp sea muy importante en nuestras vidas, porque aunque no lo queramos reconocer, es lo primero que miramos cuando nos levantamos y es la vía de comunicación más utilizada en el mundo, una cadena que pide que simplemente la sigas reenviando no es tan grave como para alarmarnos.

-Ey pero el otro día estuvimos casi dos horas sin WhatsApp. Fui a visitarlo a mi amigo, y no le pude avisar que estaba esperando abajo y me volví a mi casa nomas.

-Pero… ¿Tu amigo no tiene timbre? ¿Telegram? ¿Sabías que el teléfono también sirve para llamar?

-Ahh, no se me ocurrió.

¿Ven porque tampoco es tan preocupante un par de horas, no más, sin WhatsApp? Ahora bien, si esa brecha -entre jóvenes y no tanto-, se manifiesta en temas un poco más… ¿sensibles? Digamos… ¿Ballena Azul? Hagamos un parate aquí. Es necesario que hablemos de la ‘brecha digital’.

Constantemente vamos y venimos, paramos, seguimos, nos cuestionamos y sacamos conclusiones. ¡Claro que muchas veces son erradas! Somos Milennials y preferimos mil veces el error a no hacer. ¿O me equivoco? Y tampoco son ‘erradas’, tienen matices. Como todo en la vida. Y este artículo no es la excepción.

Las definiciones que encontramos en internet a la hora de hablar sobre este tema son contundentes: “Brecha digital es la distancia en el acceso, uso y apropiación de las tecnologías tanto a nivel geográfico, a nivel socioeconómico y también en las dimensiones de género, en articulación con otras desigualdades culturales”. Parece que todavía estamos lejos de lo que queremos argumentar, pero sigue: Cabe destacar que la brecha digital está en relación con la calidad de la infraestructura tecnológica, los dispositivos y conexiones, pero sobre todo, con el capital cultural para transformar la información circulante en conocimiento relevante.” Ahí parece que nos vamos acercando.

Ese ‘capital cultural’, objetivo por supuesto, es el que nos permite a los milénicos y siguientes, adaptarnos a los avances con mayor facilidad. La aparición de nuevas tecnologías cada vez más intuitivas, que no nos requieren mayor razonamiento para utilizarlos, sumado a ese ímpetu de la Generación ‘Y’, arrollador, que no le teme a probar y equivocarse, hasta que da con el óptimo resultado es el cóctel perfecto que permite a los jóvenes erradicar la brecha digital.

-Bueno, ¿podemos volver al tema de la ballena azul?

-Sí. Vamos a hablar de los cincuenta retos y de ‘13 reasons why’ (Por trece razones).

-Uh, bueno. Pero estoy por el ‘tape’ 8 recién, no hagas spoiler.

Ok, este tema de la ballena azul, que aparentemente se originó en una red social rusa llamada VK y consiste en cincuenta retos previos que culminan con el suicidio está generando preocupación a nivel mundial. Dicha inquietud recae, sobre todo, para los padres de adolescentes y se vuelve un tema muy frágil porque hablamos, nada más ni nada menos, que de suicidios.

Netflix lanzó hace unas pocas semanas “13 reasons why” (Por trece razones), una nueva serie basada en el libro homónimo publicado en 2007. La trama gira en torno a una estudiante que se suicida después de una serie de fracasos, provocados por individuos selectos dentro de su escuela. Una caja de cintas de casete grabadas por Hannah –la protagonista- antes de su suicidio, detalla las trece razones por las que decidió acabar con su vida.

Levantó polémica, claro que sí. Los creadores de la serie tuvieron que salir a dar explicaciones acerca de la ‘apología del suicidio’ de la que fue acusada la tira. Sorpresivamente la controversia estuvo apuntada a la cuestión del suicidio y se mencionó poco y nada sobre el bullying, a la que es sometida la personaje central. Tema clave a la hora de hablar de problemáticas en etapa adolescente pero que, como creemos que merece muchas más líneas que un par de párrafos, no nos ocupamos en este texto.

No sabemos si por el impulso del debate en torno a “13 reasons why” o por la simple viralización, en parte de grandes medios internacionales, es que comenzamos a hablar en los últimos días sobre la #BallenaAzul. ¿Por qué planteamos esta duda? Porque sobre este fenómeno empezamos a conocer ahora pero, cuando uno busca referencias en internet, nos encontramos con que se originó a principios de 2016. Aparentemente, como ya lo dijimos, Rusia es su origen.

Diarios anglosajones como The Sun, Mirror y el Daily Mail se ocuparon del tema y, aunque no aportaron ninguna información que sugiera que este reto es algo más que un mito, no descartaron la existencia de grupos, que recluten chicos y chicas para enfrentar los cincuenta retos, en las redes sociales.

Por otro lado están los medios estadounidenses Bloomberg  y BuzzFeed, que también se expresaron sobre el fenómeno. A diferencia de los británicos estos se mostraron más escépticos: “es muy posible que se esté luchando contra una leyenda urbana”, afirmaron en una publicación este martes desde el diario económico. Postulan en la misma nota: “Blaming “The Blue Whale” for teen depression and worse is a distraction from the much bigger problem”, dice algo así como que “Culpar a la “Ballena azul”, por la depresión adolescente y cosas peores, es en realidad una distracción del problema mucho más grande.

Por su parte, BuzzFeed, afirma que “el vínculo entre las comunidades de «ballenas azules» y los suicidios de adolescentes no está claro”. Por último podemos citar a Snopes, un sitio de fact check que va en la misma sintonía, sin establecer vínculo alguno entre suicidios y el viral “Ballena Azul”.

Tanto Bloomberg como BuzzFeed son medios relativamente nuevos o mejor dicho, relacionados al nuevo periodismo. Esperen. Entonces… ¿hay una brecha entre medios de comunicación también? Me quedé pensando en eso ahora.

Lo que si podemos afirmar es que la cadena es la siguiente: Un sitio web ruso llamado Novaya Gazeta publicó algo referido a la ballena azul en mayo de 2016, lo levantaron medios internacionales estas ultimas semanas y, como todo lo que cae en la WWW, se expandió. Pese a los artículos norteamericanos, que minimizaban la cuestión, esto siguió propagándose y hoy es una fuerte preocupación (con «casos confirmados») en países de América Latina: Colombia, Brasil y Chile enfrentan supuestos casos de «Ballena azul» en adolescentes que se han suicidado en las últimas semanas o que pelean por su vida.

Y el fenómeno llegó a la Argentina. El segundo caso que se registró (el primero fue en San Juan) es aquí en Misiones. Esta semana el padre de una estudiante secundaria de 14 años, de Posadas, se acercó a la justicia para dejar sentado que a su hija le habían llegado mensajes vía WhatsApp sobre la #BallenaAzul. Fue la adolescente la que lo alertó de la situación. Lo que comentan desde el juzgado de instrucción N° 6 es que la querían involucrar en grupos de WhatsApp e Instagram dentro de esta temática. Esta última red social ya tomó medidas hace varios días y cuando alguien escribe «Ballena Azul» dentro de la aplicación te advierte al respecto y hasta ofrece ayuda.

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Está claro que brecha digital y supervisión, que deben llevar los padres, en el contenido que manejan en las redes sociales los niños y adolescentes son cosas distintas, y que por más ancha que sea la primera no debe impedir lo segundo. Y que si tomamos una postura relativamente ajena a relacionar estos acontecimientos fatales con la «Ballena Azul» es porque, aunque haya hablado hace muy poco Philipp Budeikin (el joven ruso creador del «juego»)  asegurando que «estaba limpiando nuestra sociedad», pensamos que no es algo que no se pueda solucionar custodiando las actividades que llevan a cabo los chicos en internet y atendiendo sus inquietudes, estén llevando a cabo cincuenta retos o no.

Por último, desconfíe de la/él que le dice: «Ni me di cuenta que se había caído WhatsApp».


Aquí unas lecturas complementarias a este artículo:

Excelente nota acerca de la «infundada alerta social sobre el juego Ballena Azul, escrita por el periodista español Alvy

Entrevista a Philipp Budeikin

Primer caso de ballena azul en Misiones

 

Federico Miravet, un milénico, redactor y editor en VoxPopuli.