Un día después de la renuncia de dos viceministros por gastos excesivos y superfluos, la crisis política que atraviesa el gobierno francés del presidente Nicolàs Sarkozy acrecienta el desinterés y la desconfianza popular hacia sus dirigentes. Según una encuesta publicada ayer por el diario Libération, realizada por Viavoice, el 64 por ciento de los franceses estiman que sus dirigentes son «corruptos», mientras que el 29 por ciento considera «honestos».
Otra situación que exaspera a la sociedad gala es el reparto de los beneficios que obtienen los dirigentes franceses por la posibilidad de acumular cargos públicos (casas, autos, seguridad, jubilaciones de privilegio).
En un reflejo del espeso clima político y en medio de una aguada crisis económica que sacude a toda Europa, la aceptación del presidente Sarkozy entre los franceses se encuentra en el 26%, la más baja desde que asumió el poder, en mayo de 2007.
El domingo por la noche, dos secretarios de Estado fueron forzados a renunciar por Sarkozy, pese a que había anunciado cambios en su gabinete recién para octubre próximo, para despegar a su gobierno de una creciente lista de casos de corrupción.
El encargado de las relaciones entre Francia y Argelia, Alain Joyandet, un histórico amigo del presidente, renunció luego de que el prestigioso semanario satírico Le Canard Enchainé revelara que el secretario de Estado se beneficiaba de un permiso de construcción en una zona prohibida y alquilaba un jet privado por 116.500 euros para una misión gubernamental en Haití.
Por su parte, el secretario de Estado para el Desarrollo de la región parisina, Christian Blanc, renunció tras ser denunciado por una compra de cigarros por 12.000 euros con dinero público.
Mientras tanto, el ministro de Trabajo, Eric Woerth, continúa en el ojo de la tormenta por sospechas de que pidió y logró que su mujer fuera contratada como asesora de inversiones por la octogenaria y millonaria dueña del impero de cosméticos L´Oreal.
Aunque su mujer renunció al trabajo, Woerth quedó muy mal parado, ya que sobre la millonaria, Liliane Bettencourt, pesan sospechas de fraude fiscal y, cuando presuntamente pidió el favor para su esposa, él era ministro de Presupuesto, y por lo tanto el encargado de perseguir a los evasores de impuestos.
A la espera de los resultados de la investigación contra Woerth y Bettencourt, Sarkozy no dejará caer al ministro de Trabajo, por considerarlo una pieza clave en su gobierno al ser el encargado de llevar a cabo la controvertida reforma del sistema jubilatorio francés, uno de los principales objetivos del mandatario.
El próximo 13 de julio, Woerth debe presentar la reforma del sistema de pensiones al Consejo de Ministros, quienes de dar el visto bueno abrirán la vía para los debates y aprobaciones parlamentarias hacia fines de septiembre.
El primer ministro Francois Fillon difundió hoy un comunicado donde reclamó esfuerzos de economía a los miembros del gobierno, remarcando la «ejemplaridad de la función pública». Pero tras las renuncias, la oposición cargó contra el Jefe de Estado francés.
«El `Sistema Sarkozy` esta corrompido», disparó hoy la ex candidata presidencial del Socialismo (PS), Ségolene Royal, en declaraciones radiales, agregando que «la clase política en el poder da un ejemplo lamentable, incluido en la escena internacional donde Francia se convierte en el hazmerreír entre los otros países».
Entretanto, el ex premier y canciller Dominique de Villepin, quien formó un nuevo partido para pelear por la presidencia en 2012, se sumó hoy a quienes le solicitan al presidente que renuncie a la compra de su nuevo avión.
El denominado Air Force One, un Airbus A330-200 acondicionado con asientos de primera clase, habitación, ducha y sistema antimisiles que, encargado hace dos años, a un precio de 176 millones de euros estará en operaciones en octubre.