La secretaria de Agricultura de los Estados Unidos, Brooke Rollins, lanzó un verdadero balde de agua fría sobre la promesa al condicionar la compra por un supuesto «problema de aftosa» en el país. Esta declaración no solo es errónea, sino que contradice la condición sanitaria oficial de la Argentina, que es libre de fiebre aftosa según la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA).
El mensaje de Rollins, en declaraciones a la cadena CNBC, fue de una frialdad calculada: «El presidente está en conversaciones con Argentina. Creo que escucharemos más sobre eso en los próximos días, pero como parte de nuestras 12 millones de toneladas métricas de producción, no será mucho». Esta advertencia, sumada al pretexto sanitario, transforma la supuesta ayuda en una pequeña porción insignificante.
Proteccionismo y Dependencia Frágil
Las palabras de la funcionaria demuestran que, más allá de los gestos políticos, el objetivo primordial de la administración Trump sigue siendo el proteccionismo y la «protección» de la industria ganadera local. «Vamos a asegurarnos de que nuestra industria ganadera esté protegida. Este es un mercado muy matizado y complejo», añadió Rollins.
Este episodio pone en el centro del debate la necesidad de que la Argentina diversifique sus relaciones comerciales y se libere de la excesiva dependencia de los vaivenes políticos y discursivos de Washington. Las declaraciones contradictorias y el uso de excusas sanitarias infundadas por parte de altos funcionarios de los Estados Unidos no solo dificultan la planificación del sector exportador argentino, sino que subraya la vulnerabilidad del país ante socios comerciales que priorizan sus intereses internos por encima de los acuerdos bilaterales.
El gobierno de EE. UU. parece incapaz de articular un mensaje coherente sobre la ayuda, dejando a la Argentina en un limbo de promesas incumplidas y la amenaza de un proteccionismo disfrazado de preocupación sanitaria.