El huracán electoral apenas amaina cuando Javier Milei encienda los motores de una cirugía mayor en su gobierno. El Presidente delineó lo que llama “la segunda generación de reformas”, una mezcla de ajuste estructural y control de daños políticos. El mensaje fue claro: los desbordes libertarios terminan, empieza la etapa del bisturí.
El cambio de piel comenzó en el Palacio San Martín. La renuncia del canciller Gerardo Werthein —un hombre de diálogo y redes empresariales— detonó el primer temblor. En su lugar aterrizó Pablo Quirno, economista sin perfil diplomático pero con ADN financiero. Para Milei, Quirno es el rostro perfecto ante los mercados: formado en Pensilvania, forjado en la banca de inversión y socio histórico de Luis “Toto” Caputo. No llega para administrar embajadas, sino para sincronizar al mundo con la ortodoxia fiscal de la Rosada. La Cancillería, bajo su mando, deja de ser cámara de protocolo para transformarse en una supersecretaría de negocios geopolíticos.
Gerardo Werthein (renuncia y legado)
Gerardo Werthein deja la Cancillería entre rumores de desgaste y roces con Karina Milei y Santiago Caputo. El empresario, que había intentado tender puentes con Estados Unidos y Brasil, pagó el costo de una diplomacia moderada en un gobierno que ahora se radicaliza y blinda su núcleo libertario.
Pablo Quirno (el técnico al poder)
Pablo Quirno, ex JP Morgan y hombre de confianza de Luis Caputo, asume como canciller para imponer “realismo financiero” a la política exterior. Milei deposita en él la misión de sellar acuerdos con Washington y reforzar el eje económico del poder, donde las embajadas se miden en tasas, no en tratados.
El movimiento no fue aislado. Mariano Cúneo Libarona, titular de Justicia, quedó al borde del portazo tras un rosario de disputas. Su idea de fusionar el ministerio con Seguridad —un intento de “limpiar duplicidades”— trabó relaciones con Patricia Bullrich y Luis Petri, dos socios que se preparan para volver al Congreso. El proyecto naufragó entre egos y tensiones. En paralelo, trolls libertarios afines al asesor Santiago Caputo encendieron la hoguera digital pidiendo su salida. Milei todavía no la firmó, pero los pasillos ya dan por hecho que su reemplazo vendrá con bendición de Mauricio Macri.
Cúneo Libarona (el justiciero en retirada)
Mariano Cúneo Libarona, abogado mediático convertido en ministro, enfrenta críticas internas y su salida parece inminente. Su intento de fusionar Justicia y Seguridad lo enfrentó a Bullrich y a parte del PRO; Milei evalúa reemplazarlo por un perfil más técnico, cercano al macrismo
El tercer eje del reacomodamiento está en el poder económico: Caputo, Quirno y Karina Milei consolidan una tríada que controla la agenda real del gobierno. “El país se maneja desde el Excel”, confiesa, sin rubor, un funcionario de segunda línea. Los políticos profesionales quedan relegados; la nueva Cancillería operará como extensión del Ministerio de Economía. Se trata, dicen, de “profundizar la lógica ejecutiva”: menos rosca, más tasa de interés.
La jugada también evidencia el aislamiento de Guillermo Francos, cuya figura de articulador político se desgasta entre promesas incumplidas y recelos del ala dura. Postergó leyes sensibles —como las de financiamiento universitario y emergencia pediátrica— por falta de fondos, lo que lo dejó expuesto a una moción de censura. Aun así, Francos intenta sobrevivir, aunque, por ahora, su resistencia es simbólica pues el ala Caputo avanzó demasiado, aunque haya dicho al atardecer del jueves en Rosario «el lunes sigo».
En la ingeniería interna, Karina Milei emerge como ganadora silenciosa. Su mano está detrás de cada nombramiento y de la depuración de los “impresentables”, como repite en la intimidad. Fuentes libertarias aseguran que, tras meses de caos organizativo, decidió disciplinar la tropa con una consigna: o sirven al proyecto, o se van. Quien no obedezca, será eyectado. La Secretaría General se ha convertido en la verdadera jefatura política del régimen.
Los acuerdos con el macrismo completan el tablero. Mauricio Macri reingresa por la puerta lateral ofreciendo figuras “con experiencia” en áreas críticas. Guillermo Dietrich y Guillermo Montenegro son nombres que resuenan para Transporte y Seguridad, respectivamente. Milei lo considera un pacto táctico: consolidar gobernabilidad a cambio de licencias ideológicas. En voz baja, algunos libertarios rechazan la movida por “castradora” de la pureza violeta; pero la fragilidad legislativa manda, y el pragmatismo gana.
La reconfiguración post electoral del gabinete no es solo un reemplazo de caras: es una mutación del poder. De un gobierno de tribunos radicales a uno de gestores de planilla. En esta versión 2.0, Javier Milei busca que el grito se transforme en gestión, y que la revolución libertaria sea, finalmente, una tecnocracia con corbata. Lo cierto es que el mensaje a su tropa quedó claro: la motosierra sigue afilada, pero ahora corta con precisión quirúrgica.
Gerardo Werthein (renuncia y legado)
Pablo Quirno (el técnico al poder)
Mariano Cúneo Libarona, abogado mediático convertido en ministro, enfrenta críticas internas y su salida parece inminente. Su intento de fusionar Justicia y Seguridad lo enfrentó a Bullrich y a parte del PRO; Milei evalúa reemplazarlo por un perfil más técnico, cercano al macrismo
La jugada también evidencia el aislamiento de Guillermo Francos, cuya figura de articulador político se desgasta entre promesas incumplidas y recelos del ala dura. Postergó leyes sensibles —como las de financiamiento universitario y emergencia pediátrica— por falta de fondos, lo que lo dejó expuesto a una moción de censura. Aun así, Francos intenta sobrevivir, aunque, por ahora, su resistencia es simbólica pues el ala Caputo avanzó demasiado, aunque haya dicho al atardecer del jueves en Rosario «el lunes sigo».
