La tesis de Daza, que culpa a Macri por el actual escenario, resulta particularmente delirante. No solo porque el propio Caputo fue una figura clave en la gestión económica de Macri, sino porque el Gobierno de Milei ha profundizado la dependencia del ajuste fiscal sin un plan productivo claro. La lógica es circular y cínica: se culpan los errores del pasado mientras se replican sus peores políticas.
Daza argumentó que en el gobierno de Macri «entró dinero de inversionistas que nunca había invertido en mercados emergentes» y que el riesgo país se mantenía bajo, a pesar de tener «las cuentas sustancialmente peores». Con esto, la administración libertaria de Milei parece olvidar que ellos mismos fueron parte de esa fallida gestión y que, hoy, el país paga las consecuencias de un modelo que siempre favoreció la especulación sobre la inversión real.
La supuesta «desilusión que tuvo el capital internacional» no es un fantasma del pasado, sino la reacción a un presente de incertidumbre política y recesión. Mientras Daza admite que no logran «acceder a los mercados» y que la actividad económica es «débil», también reconoce que esto se debe en parte a la alta tasa de interés que ellos mismos impusieron. En la visión del gobierno ultraderechista, los errores de la gestión de Macri parecen ser una excusa para justificar un plan económico que, hasta ahora, solo ha traído más ajuste y la transferencia de ingresos al sector financiero.
El colmo de la incoherencia es que el gobierno de Milei se aferra a la idea de que la situación mejorará una vez superadas las elecciones, esperando que el riesgo país baje como por arte de magia. Culpar a Macri es, en esencia, un intento de desviar la atención de sus propias fallas. Es una narrativa que busca evadir la responsabilidad y eludir el hecho de que sus propias decisiones están generando un deterioro económico que, tarde o temprano, tendrá consecuencias aún más graves.