Cuando se pensaba que en Misiones ya se había visto todo, apareció una nueva postal del realismo provincial: a los peregrinos que avanzaban hacia Loreto para honrar a la Virgen se les cobró peaje. No a los micros ni a las camionetas, sino a quienes avanzaban con velas, rosarios y la esperanza puesta en cada paso. La espiritualidad, parece, ahora también tiene arancel.
El episodio, más propio de una fábula absurda que de la realidad administrativa, generó un rechazo inmediato. Monseñor Juan Rubén Martínez, opbispo de Posadas, no tardó en condenar el hecho como un “agravio a la fe popular”. Recordó que las peregrinaciones son un ritual profundamente arraigado en la identidad misionera. Su mensaje corrió por parroquias y redes como un vendaval de indignación. Si la Virgen es la patrona de Misiones, alguien olvidó que sus devotos no son “clientes en tránsito”.
La peregrinación a Loreto se remonta al siglo XVII, cuando la reducción jesuítica de Nuestra Señora de Loreto fue fundada en 1610 como centro espiritual y ceremonial para el pueblo guaraní-misionero. Esa tradición sagrada de fe ha sobrevivido durante siglos, con miles de fieles caminando hasta el santuario para renovar su devoción. Desde Posadas, capital provincial, la caminata es de unos 50 kilómetros, un trayecto largo y exigente que los peregrinos realizan como expresión profunda de creencias y arraigo cultural.
Por primera vez en 24 años un organismo nacional (Vialidad) cobró por el uso de la vía para el peregrinaje: 576 mil pesos.Desde la organización de la tradicional peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Loreto, que concentra a miles de fieles en la ruta nacional 12, indicaron que debieron abonar más de medio millón de pesos a Nación por la utilización de la arteria y sus alrededores para poder realizar una de las devociones marianas más tradicionales de la provincia.
El sacerdote Leonardo Cuenca utilizó sus redes sociales para expresar su malestar por lo que consideró “un nuevo impuesto” que se aplicó para permitir el desplazamiento de más de diez mil peregrinos católicos, que a pie o en bicicleta recorren las rutas en una demostración de fe.
El joven religioso que es rector del santuario de Nuestra Señora de Loreto sostuvo que “en el país de la libertad, hoy, por primera vez en 24 años, hemos tenido que pagar un arancel de más de medio millón de pesos al Estado Nacional para poder peregrinar sobre la ruta 12, una ruta abandonada, donde la selva avanza y los carteles están invadidos por árboles y monte”.
El pago fue exigido por Vialidad Nacional en concepto de “intervención del camino” y que el depósito se realizó en las cuentas de la Agencia de Recaudación y Control de Argentina (ARCA).
El gobernador Hugo Passalacqua, sorprendido por la magnitud del escándalo, exigió explicaciones y deslizó que “algo no se entendió bien”. Una forma sutil de admitir que la burocracia local metió la pata, y de qué manera. La imagen de fieles pagando para ir a su destino espiritual es demasiado grotesca, incluso para la paciencia de Passalacqua.

La controversia también llegó a la vicepresidenta Victoria Villarruel, quien desde su plataforma política no dudó en criticar “la mercantilización de lo sagrado” y la “pérdida de valores”. En un inusual alineamiento con la jerarquía eclesiástica, su comentario fustigó la irracionalidad de una decisión que ahora también pone precio a la devoción.

Es inútil intentar explicar a los recaudadores del reino explicarle a los cobradores que esas personas solo caminaban por fe, no por paseo turístico, pero ni siquiera eso abre camino a la misericordia tarifaria. Hay quienes se animan a bromear diciendo que el próximo año tal vez haya que pagar entrada para rezar o estacionamiento para los micros de las parroquias.
Más allá de la anécdota, lo sucedido refleja un divorcio profundo entre la sensibilidad popular y la lógica burocrática. En una provincia donde las procesiones no son solo actos religiosos sino expresión cultural, el peaje cobrado a los peregrinos es una metáfora dolorosa: la fe bajo llave, la espiritualidad con factura y la tradición convertida en negocio.
Quizás, al final, alguien intente minimizarlo como un error logístico, un accidente administrativo. Pero la imagen ya quedó grabada: en Misiones, ni la caminata hacia las representaciones del altísimo se salvan del espíritu recaudador. En tiempos donde todo tiene un precio, la fe misionera también tuvo que pasar por la caja de los mercaderes de la Casa Rosada. Dios dirá si tienen perdón. Amén
Por primera vez en 24 años un organismo nacional (Vialidad) cobró por el uso de la vía para el peregrinaje: 576 mil pesos.Desde la organización de la tradicional peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Loreto, que concentra a miles de fieles en la ruta nacional 12, indicaron que debieron abonar más de medio millón de pesos a Nación por la utilización de la arteria y sus alrededores para poder realizar una de las devociones marianas más tradicionales de la provincia.
El sacerdote Leonardo Cuenca utilizó sus redes sociales para expresar su malestar por lo que consideró “un nuevo impuesto” que se aplicó para permitir el desplazamiento de más de diez mil peregrinos católicos, que a pie o en bicicleta recorren las rutas en una demostración de fe.
