Argentina / Economía | Mala leche libertaria: La crisis de cuatro gigantes lácteos amenaza miles de empleos

La industria láctea argentina se encuentra en una situación de crisis sin precedentes. Cuatro gigantes históricos del sector —SanCor, ARSA, Lácteos Verónica y La Suipachense— están al borde del colapso, arrastrando consigo deudas millonarias, plantas paralizadas y miles de empleos en riesgo. El derrumbe de estas empresas no es solo un problema financiero, sino que impacta de lleno en el entramado social y económico de las localidades del interior, golpeadas por el modelo económico del ultraderechista Javier Milei. La combinación letal de bajo consumo, altos costos de producción y un financiamiento inalcanzable, directamente derivados de las políticas libertarias, ha precipitado la caída, dejando a su paso una estela de incertidumbre y preocupación.

El cuadro es dramático. SanCor, la que alguna vez fue la mayor cooperativa láctea del país, se encuentra en una cuenta regresiva con un pasivo que supera los 400 millones de dólares y una producción marginal. Por su parte, ARSA, controlada por Vicentin, tiene sus plantas cerradas y un pasivo de más de 49.700 millones de pesos, sumado a cheques rechazados por más de 6.500 millones. Lácteos Verónica, que llegó a estar entre las tres primeras del país, enfrenta una de sus peores crisis, y el último eslabón de esta cadena de colapsos es La Suipachense, cuyo futuro se ve comprometido tras la salida abrupta de sus dueños, dejando a 150 familias en la incertidumbre.

La crisis de estos gigantes lácteos no es un hecho aislado, sino el reflejo de una profunda crisis que azota al sector. El consumo interno se ha desplomado a niveles inéditos a causa de la pérdida de poder adquisitivo que afecta a la mayoría de la población. Mientras tanto, las empresas enfrentan costos de producción insostenibles y una falta de financiamiento que las asfixia. Este escenario, enmarcado en el ajuste monetario y las altas tasas de interés promovidas por el gobierno ultraderechista, crea un ambiente hostil para cualquier intento de recuperación. Los tambos también han sufrido las consecuencias, con el cierre de más de 1.000 establecimientos desde que asumió el presidente Milei.

El derrumbe de estas cuatro empresas es un golpe devastador que va más allá de las cifras. Miles de empleos directos y un número aún mayor de indirectos (proveedores, transportistas, etc.) están en la cuerda floja. Cada planta que cierra representa no solo la pérdida de salarios, sino el debilitamiento de economías regionales enteras. Comunidades que se han construido alrededor de estas industrias hoy ven su motor económico a punto de detenerse para siempre.

Lo cierto es que la desregulación y la falta de un plan de apoyo para el sector productivo han dejado a estas empresas a su suerte. Con un futuro que parece más cerca de la quiebra que de la reactivación, la situación requiere una atención urgente para evitar que el efecto dominó termine de sepultar a una industria vital para el país.