Latinoamérica / Política | Caos en Perú: Vacancia exprés de Boluarte y el ascenso polémico de Jerí

En una madrugada histórica, el Congreso peruano destituyó a Dina Boluarte por "incapacidad moral permanente" ante la ola de violencia descontrolada, y José Jerí Oré, envuelto en escándalos, asume la presidencia interina hasta 2026. ¿Un nuevo capítulo de inestabilidad o el fin de una era tóxica?

El inesperado salvador controvertido José Enrique Jerí Oré, abogado de 38 años y militante de Somos Perú, juró como presidente de la República en la madrugada del 10 de octubre de 2025, apenas minutos después de la aprobación de la vacancia contra Dina Boluarte.

Con 122 votos a favor en el Congreso, superando holgadamente los 87 requeridos, Jerí asumió por sucesión constitucional, ya que Boluarte carecía de vicepresidente.

«Asumo hasta el 28 de julio de 2026, defendiendo la soberanía y la democracia», proclamó ante un hemiciclo cargado de tensión, prometiendo reconciliación y una «guerra total contra la delincuencia», dijo Jerí.

La trayectoria del nuevo mandatario es un torbellino: congresista desde 2020 con solo 11.600 votos como accesitario de Martín Vizcarra, escaló a presidente del Parlamento en julio de 2025 pese a nubes negras. En enero, una denuncia por violación sexual en Canta lo salpicó –la víctima alegó agresión tras una reunión–, pero el fiscal Tomás Gálvez archivó su caso por falta de pruebas, aunque persigue a su tío político Marco Antonio Cardoza. Además, enfrenta cargos por desobediencia al ignorar una orden judicial de tratamiento psicológico por «conducta sexual patológica».

Los tuits misóginos virales de Jerí, como chistes sobre mujeres en roles de poder, han desatado dislikes masivos en redes y críticas globales de medios en España, México y Argentina.

Aun así, Jerí proyecta pragmatismo: autor de leyes en seguridad y salud, convocó de inmediato a Fuerzas Armadas y Policía para un plan contra el crimen.

En su discurso, tendió la mano a la «Generación Z» que exige cambios, reconociendo sus protestas.

Pero el escepticismo reina: Perú suma siete presidentes en nueve años, y su interinato, hasta las elecciones de abril de 2026, podría avivar más caos.

¿Logrará unir un país fragmentado o heredará el descrédito de sus predecesores? La ciudadanía, harta de inestabilidad, observa con desconfianza.

Las razones detrás de la destitución de Dina Boluarte
La mandataria más odiada del mundo Dina Ercilia Boluarte Zegarra, la primera mujer en presidir Perú, cayó como un castillo de naipes la noche del 9 de octubre de 2025.

Tras casi tres años en el poder –desde diciembre de 2022, sucesora de Pedro Castillo–, el Congreso aprobó cuatro mociones de vacancia por «permanente incapacidad moral», con un aplastante 122-0.

El detonante: una escalada de violencia que asfixia al país, culminando en el tiroteo contra la banda de cumbia Agua Marina en un recinto militar de Lima, donde cuatro músicos resultaron heridos.

Esta masacre, en un supuesto bastión seguro, simbolizó el fracaso de su gestión ante el crimen organizado. Pero las raíces son profundas. Boluarte heredó protestas masivas tras el autogolpe fallido de Castillo, y su respuesta fue brutal: represión policial dejó 49 muertos entre 2022 y 2023, acusada de ejecuciones extrajudiciales por Amnistía Internacional. Su aprobación se desplomó a 2-4% en 2025 –cero en regiones del norte y centro, según Ipsos–, ganándose títulos como «la presidenta más detestada del mundo» en medios extranjeros.

Numeroros escándalos la persiguieron: el «relojegate» por joyas de lujo de un gobernador a cambio de favores; un aumento salarial del 125% a 35.568 soles mensuales mientras el país se hundía en la pobreza; y una cirugía plástica en 2023 que la hizo «desaparecer» días, firmando decretos con supuesta firma falsa.

Políticamente, Boluarte perdió a sus aliados de derecha –Fuerza Popular de Keiko Fujimori, Renovación Popular de Rafael López Aliaga– que la sostuvieron contra siete mociones previas.

La gota que colmó: protestas de la «Generación Z» en Lima, un paro masivo de transportistas por extorsiones y asesinatos, y la deserción de bancadas ante elecciones de 2026.

Boluarte, en un mensaje grabado post-destitución, defendió su «unidad y anticorrupción», pero no compareció al Congreso para defenderse, visto como desdén. Ahora, enfrenta investigaciones y un legado de polarización: de vicepresidenta de izquierda a símbolo de represión derechista.

Perú, con su historial de crisis, busca oxígeno en este relevo forzado.